Nunca la palabra (también la escrita) antes que el pensamiento

«Nunca la palabra antes que el pensamiento» es la regla de oro número 1 de la palabra hablada. Esta norma no es, ni por asomo, de mi cosecha. La aprendí de su autor, el profesor Ángel Lafuente, en un curso que impartió y en el que tuve la suerte de participar. Y, por supuesto, de aprender de él.

La máxima es extensible a la palabra escrita, sin duda. O, quizás, con más motivo. Porque, ya se sabe, las palabras se las lleva el viento, pero la expresión escrita no se caracteriza precisamente por su volatilidad.

Pararse a pensar antes de escribir, reflexionar sobre lo que se quiere decir y tener claro qué mensaje se va a transmitir es la base de un texto coherente, claro y ordenado.

Otra premisa que debemos considerar antes de poner un dedo en el teclado (o el bolígrafo en un folio) es que la comunicación oral y la escrita son diferentes. Por eso, el texto escrito debe seguir las reglas de la redacción, y nunca de la conversación.

En este sentido, y aunque quizás parezca obvio, a la hora de redactar es aconsejable seguir el orden lógico de la frase que todas y todos aprendimos: sujeto y predicado (verbo y complementos). ¿Podemos alterar ese orden? Por supuesto. Hablamos entonces de hipérbaton, un recurso que consiste en modificar la sintaxis habitual de la oración. Incluso podemos eliminar directamente alguno de sus elementos, una figura que se denomina elipsis. Pero, como digo, es preferible no alterar la estructura usual de las frases.

Conviene que las frases sean cortas. Apuesta por la sencillez y la concisión en la escritura, pero no por la monotonía. No repitas las mismas palabras (menos aún, las mismas oraciones) en el texto y utiliza los sinónimos. Tampoco olvides que una correcta puntuación aportará claridad y ritmo a tu texto y evitará confusiones de significado.

Los nexos te ayudarán a relacionar de forma adecuada tus frases y párrafos. Porque, no lo olvides, tu redacción tiene que estar estructurada y organizada correctamente si quieres otorgarle coherencia. Y ten en cuenta también, por supuesto, la ortografía, de la que ya hablé en mi anterior post.

Cuando hayas acabado de redactar tu texto, reléelo y corrígelo. Luego, vuelve a releerlo de nuevo. Puedes dejarlo «reposar» un par de días antes de darlo como definitivo. Y tampoco está de más que lo vean otros ojos. Deja que otra persona lo lea y te diga si está claro o no.

Hay otras recomendaciones además de las que he compartido en estas líneas. En todo caso, tanto éstas como otras que puedas conocer, deben partir de la primera y primordial: antes de comenzar a escribir piensa y ten muy claro qué quieres decir.

María Jesús Bernal. CEIN

 

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