«Para competir en la agroindustria global, los eslabones locales deben ser fuertes»

Eva Gálvez Nogales es economista especializada en agronegocios en la División de Infraestructuras Rurales y Agroindustrias de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO).

Licenciada en Economía y Administración de Empresas por la Universidad de Deusto y doctora en Economía Aplicada, tiene cerca de 20 años de experiencia sobre estrategias agroalimentarias en más de 30 países. Su trabajo actual se centra en el desarrollo de políticas agroindustriales; agricultura por contrato; enfoques agroterritoriales, incluyendo agrocorredores, clusters y parques industriales; y alianzas público-privadas en el sector agroalimentario.

Entrevistamos a Gálvez, que participó en la jornada «Agrofuture&Ventures» con la ponencia «Agroalimentación y futuro. El escenario internacional».

¿Cuál es la principal tendencia que se observa en el sector agroalimentario a escala mundial?

Más que una tendencia individual se aprecia un grupo de metatendencias relacionadas. Por el lado de la demanda, los cambios en la dieta (aumento del consumo de alimentos procesados y productos de origen animal, grasas y frutas y hortalizas), la creciente urbanización y otros cambios socio-demográficos están cambiando la cara de la industria agroalimentaria global.

Por el lado de la oferta, las innovaciones tecnológicas en la producción primaria, la necesidad de adaptación al cambio climático y las variaciones en el mercado de factores (laboral, financiero y de tierras) inciden en la transformación del sistema agroalimentario. Los segmentos intermedios que vinculan ambos extremos (agroindustria, logística y almacenamiento) continúan profundizando sus procesos de aumento de escala, concentración, integración vertical, cambio en la composición de productos o subsectores agroalimentarios, adopción de estándares y aumentos de flujos de inversión globales, etc.

Esta transformación se ve acompañada en todo el mundo por la “revolución de los supermercados”, que ha contribuido a modernizar el sistema agroalimentario, generando respuestas del canal mayorista tradicional que se vuelve más competitivo o pierde cuota de mercado.

¿Qué incidencia para un país como España entiende que tiene esa tendencia, sobre todo desde un punto de vista de los productores agrícolas y las empresas agroindustriales?

Estas tendencias se observan a nivel mundial, pero obviamente se han producido en diversas fases. Las primeras oleadas afectaron a España y otros países industrializados, mientras que oleadas consecutivas llegaron a Asia y América Latina en los años 1990 y 2000, y de forma más reciente al continente africano. Son procesos que se siguen consolidando haciendo que el sistema agroalimentario global sea cada vez más sofisticado y competitivo.

Para las empresas este fenómeno se traduce en una necesidad de adaptación constante a los cambios del mercado, que son cada vez más profundos y acelerados. Los gustos de los consumidores evolucionan con celeridad, y la competencia muta rápidamente: hoy días las nuevas potencias agroalimentarias son las economías emergentes − Brasil, China, India, Indonesia, México, Rusia y Turquía −, cuyo poder de compra agregado sobrepasará al de los países G7 para el 2030. Es más, dentro de pocos años las economías que presentarán un sólido desarrollo agroindustrial y crecimiento de beneficios serán los países F7 o “mercados fronteras” actuales, como Bangladés, Colombia, Filipinas, Marruecos, Nigeria, Perú y Vietnam.

Por su parte, los productores agrícolas tienen que adaptarse también a las nuevas circunstancias de mercado, tecnológicas, climáticas e institucionales, en particular la agricultura contractual y la proliferación de los estándares privados. Esta necesidad de adaptación supone un gran reto, pero al mismo tiempo esconde grandes oportunidades de expansión y diversificación de actividades.

¿Cómo ve el papel de las regiones en las que este sector es clave y consolidado hace tiempo, como puede ser el caso de Navarra?

Contar con un tejido agroindustrial desarrollado y sólido determina el grado de competitividad de regiones como Navarra. Para competir en la agroindustria global, los eslabones locales deben ser fuertes. La existencia de clusters agroalimentarios, de incubadoras y aceleradoras de agronegocios, y otras aglomeraciones en el territorio supone un gran activo para competir en la escena global.

Cuando los actores del sistema agroalimentario regional coordinan sus estrategias y trabajan colectivamente, al tiempo que mantienen un sano espíritu competitivo, y cuentan con el apoyo gubernamental y de instituciones de conocimiento, se tiene un punto de partida sólido que permite tomar el pulso al mercado y competir abiertamente.

¿Qué oportunidades cree que se abren para el emprendimiento en campo agroalimentario en el actual escenario internacional? ¿Ve factible una nueva ola de emprendimiento en países avanzados en un sector maduro como el agroalimentario?

El mercado agroalimentario español, como el de muchos países del entorno, ha llegado a un punto de madurez muy cercano a niveles de saturación del consumo per cápita. Esto se refleja en una desaceleración del crecimiento anual de la demanda de productos agroindustriales, el cual se reducirá a la mitad en 2050 tocando niveles del 1,1% anual.

No obstante, existen importantes oportunidades de crecimiento vinculadas a la extroversión de los mercados para aquellas empresas abiertas a la globalización. Por ejemplo, la población de Nigeria superará en 2045 a la de Estados Unidos, al tiempo que crecen los ingresos per cápita: este país podría representar un excelente punto de entrada para agroindustrias interesadas en penetrar el mercado africano ya sea para adquirir materias primas o comercializar sus productos. Otro caso es el de India, otra economía muy atractiva que se está abriendo a la inversión internacional: mientras que los flujos de inversión extranjera en la agroindustria de este país apenas superaron los 100 millones de dólares US$ de 2001 a 2012, en lo que va de 2014 y 2015 ya han superado los 2000 millones.

Una gran ventaja que las empresas españolas pueden explotar aún más es su capacidad de garantizar la inocuidad alimentaria, un requisito que muchas economías emergentes aún no logran satisfacer rigurosamente. Y esto sucede en un entorno en el cual las regulaciones se vuelven cada vez más restrictivas (ejemplo de la Ley de Modernización de la Inocuidad de los Alimentos de 2011 en Estados Unidos).

No todas las oportunidades suceden en la escala internacional. En el mercado español hay aún un gran espacio por explorar a través de la diferenciación basada en la calidad tanto de productos como procesos, reflejando la demanda por alimentos más saludables, procesados y éticos.

En países desarrollados, ¿la tecnología es la clave de futuro frente a la competencia de países emergentes?

Los avances tecnológicos a nivel general (por ejemplo, tecnologías de la información y comunicación) y en el sector manufacturero (nuevos métodos de procesamiento) y de producción primaria (biotecnología y tecnologías de adaptación al cambio climático) a disposición de los países industrializados suponen oportunidades sin precedentes que seguramente serán claves para frenar la competencia de los países emergentes.

De nuevo hay que resaltar la importancia del progreso tecnológico en relación a la inocuidad alimentaria. Los avances científicos ayudan a comprender mejor la inocuidad y salubridad de los alimentos y a detectar tempranamente riesgos para la salud. Paralelamente, los avances tecnológicos contribuyen a mejorar los estándares, gestionar los riesgos y proveer más información sobre los productos alimentarios. Las agroindustrias punteras están invirtiendo en nuevas tecnologías y procesos para generar mayor confianza por parte del consumidor y cuidar su reputación. Este hecho marca la diferencia con algunos países emergentes que aún tienen lagunas en sus sistemas de aplicación y vigilancia de la inocuidad alimentaria.

¿Nos puede destacar algún país emergente que destaque especialmente por su agroindustralización reciente y su alta competitividad?

Es difícil seleccionar un solo país. Podemos resaltar el caso de Indonesia, que si logra sostener políticas favorables al crecimiento podría posicionarse en 2050 como cuarta potencia mundial. Parte de su secreto es el promover un entorno favorable para la inversión privada en el sector agroindustrial, y dedicar importantes recursos a la coinversión y a la mejora de infraestructura básica.

Igualmente, Vietnam está logrando una exitosa transición a una economía de mercado gracias a la introducción de políticas de promoción de la innovación, inversión, desarrollo rural y reestructuración económica, además de la reforma de la política de tierras. Entre sus logros está el de convertirse en el principal exportador de arroz del mundo, haciendo volar sus cifras de exportación de este producto de 1,42 millones de toneladas en 1989 a 8,1 millones de toneladas en el año 2012 (US$ 3,7 mil millones). Ha conseguido un éxito similar con el café, caucho, yuca y derivados, anacardos, pimienta, madera y mariscos.

Otro caso notable es el de Perú, que está logrando ocupar puestos de cabecera en el mercado global de varias exportaciones agrícolas no tradicionales (espárragos, alcachofas, mangos, etc.) gracias a una mayor adición de valor a través del procesamiento y diferenciación por calidad, unida a una expansión de zonas de producción y mayor nivel tecnológico.

1Comentario
  • Camilo Robles García
    Publicado el 13 mayo Responder

    Tuve la suerte de asistir a la ponencia de la Sra.Gálvez-Nogales y me pareció muy interesante. La sintetización de los temas que trató es, en mi opinión una contribución relevante para establecer las tendencias de nuestras futuras actuaciones en le sector.

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