Síndrome de Onoda y sesgo confirmatorio

Hace unos meses me contaron una historia que me pareció un ejemplo estupendo para aplicar a otros…. (porque a mí, desde luego, no me pasan esas cosas). Me gustaría poder contar un poco más del porqué y del cómo, pero entraríamos en terrenos escabrosos, igual que las montañas de Onoda. Espero que tú también te quedes con el trasfondo de la historia, aunque estoy segura de que a ti tampoco te pasa. Aquí te cuento lo que me contaron.

Todo empezaba con…..

Un personaje:
Hiroo Onoda, un militar oficial de inteligencia del Ejército Imperial Japonés de 23 años que se formó e inició carrera en la isla de Lubang.

Un entorno:
La Segunda Guerra Mundial, en el que su isla es ocupada por “los enemigos”(a saber, EEUU, Reino Unido, Unión Soviética, Francia y casi el resto de lo que queda de mundo).

Una circunstancia:
Durante la ocupación de la isla todos sus compañeros son asesinados y capturados, a excepción de él y otros tres compañeros más que consiguen escapar y se esconden en las montañas de la selva. Todos ellos tienen además la orden expresa por parte de su superior de que sigan resistiendo hasta que vengan a buscarles: Tienes absolutamente prohibido morir por tu propia mano. Podría tomar tres años, podría tomar cinco años, pero sin importar lo que pase, regresaremos por ti. Mayor Taniguchi. Comandante de la brigada Sugi.

Una trama (que es de donde voy a sacar un símil emprendedor):
Los cuatro soldados deciden esconderse en las montañas para evitar ser capturados y sobreviven de forma nómada. Una vez terminada la guerra, y conscientes de que seguían vivos, se les enviaron folletos desde un avión, periódicos con las noticias e incluso un granjero a quien mataron una vaca para sobrevivir les dejó una nota diciendo que la guerra había terminado

No obstante, y pesar de recibir todo tipo de mensajes desde “el exterior” (el exterior de «su» selva) siempre llegaban a la conclusión (ellos, que eran expertos en inteligencia militar y saben cómo funciona esto de la guerra) de que todo eran argucias e intentos de manipulación por parte de los enemigos para hacerles salir de la selva y matarlos.

Tras cinco años en la selva se produce la rendición voluntaria de uno de los 3 compañeros de Hiroo. Ellos sin embargo serían fieles al Ejército Imperial, manteniendo su resistencia. Los otros dos compañeros que le quedaban a Hiroo acaban muriendo tiroteados por pescadores y policía local una vez terminada la guerra en los ataques que ellos mismos realizaban a los habitantes de la isla, creyendo que eran el enemigo.

Un desenlace:
Tras convertirse en caso mundialmente conocido, y después de todos esos intentos de sacarlo de la selva sin éxito, Hiroo siguió en su guerra hasta que consiguieron llevar a su antiguo comandante en persona para que le ordenara dejar de combatir. Habían pasado 29 años desde que se internó en la selva.

La conclusión…. científica
Francis Bacon, padre del empirismo y la metodología científica, allá por el año 1.600 ya se había dado cuenta de que el ser humano es tendente a una cosa que se llama “Sesgo Confirmatorio”.

«Cuando ha adoptado una opinión, el entendimiento humano se apoya en todo lo demás para corroborarlo. Y por grande que sea el número y peso de los casos que caen del otro lado, los pasa por alto o desprecia, o mediante alguna distinción los margina o rechaza, a fin de que la autoridad de su primitiva conclusión permanezca incólume«.

Sesgo Confirmatorio consiste en escoger y procesar sólo aquellas afirmaciones que justifican mis creencias. Es un rechazo vehemente y perseverante a cualquier evidencia que tire por tierra mi creencia, no contando además con argumentos o razones que justifiquen dicha creencia.

Cualquier ser humano basa sus creencias en una composición de ideas (o lo que llamamos comúnmente “pálpitos”) y datos o evidencias fruto de nuestra propia experiencia vital o de la información que recogemos de terceros.

Cuando ejercemos el sesgo confirmatorio, los argumentos que justifican mis creencias se componen principalmente de ideas o pálpitos que yo tengo. A ello le sumamos únicamente los datos y evidencias que a mi cerebro le viene bien recoger para asentar esas ideas, y por tanto sentirme seguro.

Como norma general, cuanto más desequilibrada sea la suma de estos dos componentes (pálpito y evidencias), más desenfocada está nuestra versión de la realidad, y por tanto más probabilidades tenemos de errar si debemos tomar una decisión.

Si a un fumador le dices que deje de fumar porque está asociado al cáncer de pulmón, ¿cuál suele ser la respuesta? “Pues mi suegro fuma con 86 años y está más sano que tú y que yo”. ¿Cuántas evidencias hay de que fumar produce cáncer de pulmón? Y sin embargo, ¿a qué evidencia se agarra un fumador?

Que esto nos pase en nuestro día a día es más o menos llevable (aunque poco recomendable) pero como podréis imaginar, es especialmente peligroso si es la forma en la que tomamos decisiones que implican invertir dinero. Ejemplo (caso inventado aunque próximo a muchas realidades):

¿Y qué podemos hacer?

1º) Ser conscientes de nuestro propio filtro cognitivo.

2º) Intentar llevar a porcentajes el número de hechos que confirman mis creencias e igualmente los que no las confirman.

3º) Investigar, investigar e investigar hasta tener claros TODOS los puntos de vista que afectan a mi creencia y saber si mi visión concuerda con la visión de cada uno de los agentes que intervienen en mi creencia.

4º) No perder de vista la posibilidad de encontrar variaciones a mi idea o incluso nuevas oportunidades de negocio complementarias en este proceso. La idea no tiene por qué desecharse, siempre puede reconvertirse.

5º) o mejor dicho 1º) Pasarte por CEIN, que te ayudaremos seguro en cada una de esas etapas.

Leyre Ortega. CEIN

Más info y fuentes de este artículo:
http://es.wikipedia.org/wiki/Hir%C5%8D_Onoda
http://www.expansion.com/blogs/conthe/2014/01/29/el-sindrome-de-onoda.html – De Manuel Conthe (@mconthe)

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