¿Capitalismo 2.0?

En algunos nichos de la economía, donde la información juega un papel fundamental, está surgiendo un capitalismo diferente, más participativo, igualitario y humano, un capitalismo 2.0, que no busca únicamente maximizar las ganancias, como dice Luis Reygadas en su libro ¿Capitalismo 2.0?

El vínculo de los trabajadores con la empresa es no sólo económico, factores como los horarios, la libertad, ligados al concepto de calidad de vida son fundamentales para estos trabajadores de la nueva sociedad del conocimiento. La separación entre empresario y trabajador es menor y, aunque el empresario siga siendo el propietario de los medios de producción, en negocios que no requieren grandes infraestructuras la dependencia se reduce y está más relacionada con la capacidad de consecución de nuevos clientes y proyectos.

No existe el capitalismo 1.0, más tradicional y jerárquico, y el 2.0, más horizontal y equitativo, sino una gran variedad de capitalismos que van tomando formas diversas en función de distintas estructuras sociales y sistemas donde se encuentran incrustados. Apoyados por unas tecnologías capaces de procesar grandes cantidades de información a gran velocidad y con total seguridad, han generado nuevos modelos de negocio. Estos nuevos modelos están apareciendo en distintos países y en distintos sectores, desde el mercado monetario hasta la cultura, donde se han integrado en las relaciones sociales y forman parte de la vida económica, social y política de nuestros tiempos.

La nueva situación de pandemia está afectando al desarrollo de estos cambios en los entornos laborales, y en algunos casos precipitándolos. El teletrabajo está siendo una de las alternativas al confinamiento para una parte de la población. En estos modelos de negocios más distribuidos, donde la jerarquía es menor, el cambio en las relaciones laborales está siendo más sencillo; la conectividad a través de la tecnología ya era una realidad, por lo que la adaptación a la nueva situación ha sido casi inmediata.

Pero si nos centramos en el porcentaje de trabajos susceptibles de adaptarse a esta situación podemos ver que son una minoría: sólo una parte del sector servicios y, dentro de estos, los más innovadores han podido adaptarse rápidamente. En este colectivo se sitúan preferentemente jóvenes titulados.

En sectores como la industria, las posibilidades de adaptación son prácticamente nulas y tan sólo las tareas de gestión o dirección han podido adaptarse a esta nueva situación, y han tenido que parar los procesos productivos de las grandes cadenas de montajes, obligando a sus trabajadores a ir a despidos temporales. Lo mismo ha ocurrido en otros como el comercio, con un empleo mayoritariamente femenino, o la hostelería, con un empleo más temporal y precario. La adaptación a la nueva situación se ha visto muy limitada y tan sólo negocios con tecnologías preparadas para la venta online han podido sobrellevar la situación.

La utilización de las tecnologías en entornos como el educativo también ha sido transcendental en este momento. La diferencia de clases ha dejado ver la imposibilidad de llevar la educación a todas las casas. La falta de medios no ha permitido llegar a todo el alumnado por igual y la brecha tecnológica y social es ahora más evidente.

Pero no sólo las diferencias de niveles económicos están influyendo es las relaciones laborales. La edad también está siendo un factor crítico en estos momentos. La necesidad de adaptación digital ha supuesto a personas de cierta edad dentro del mundo laboral un problema, y la falta de conocimiento y habilidades tecnológicas está generando malestar y la imposibilidad de poder realizar ciertas tareas.

En ocasiones la imagen empresarial de las compañías, o capital reputacional, vende una idea de innovación y estructura horizontal que es más una campaña de marketing que una realidad, y las dinámicas y relaciones internas poco difieren del capitalismo manchesteriano.

Las personas que no están englobadas en esta sociedad del conocimiento están sufriendo unas consecuencias sociales y personales derivadas de la situación actual que las está dejando, en muchos casos, fuera del mercado laboral. Pero las relaciones basadas también en la confianza han permitido la colaboración entre personas trabajando por un mismo objetivo común que les ha beneficiado y ha sido fundamental para la supervivencia de muchas empresas.

No sólo las empresas tecnológicas e innovadoras pueden ser consideradas dentro del capitalismo 2.0, empresas denominadas más tradicionales pueden aprovechar también el conocimiento y la tecnología para que les permita visualizar un horizonte más esperanzador.

 

Maite Zaratiegui. CEIN

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